martes, 29 de marzo de 2011

A veces parecemos desconocidos, mirándonos a los ojos intrigados y expectantes, tratando de cazar un brillo en la mirada ajena que nos señale el camino a seguir. A veces te quedas callado y tu silencio me presiona el pecho y me atrapa el alma. A veces hablas sin mirarme, escurriendo la mirada por cualquier alcantarilla, dejándola pintada en alguna esquina o reflejada en algún cristal. Y cuando hablas, mirándome o no, siempre tengo la sensación de que te dejas dentro la última mitad de tus frases, reteniendo el mensaje importante, cuidando de no ir más allá de los límites que te has marcado. Y a mí me toca entonces leer entre líneas lo que ni siquiera has escrito. A veces he pensado que te vería respirar aliviado si yo terminara tus frases, pero tengo miedo de haber leído quizás más allá del punto y aparte.Hay días que pienso que todo esto es sólo la segunda parte del primer error que cometimos, que volvemos a jugar a ser amigos, que quizás tú no entendiste el final anterior o quizás yo no quise aceptarlo. Así que me propongo hacerlo, asumir que aquella etapa se acabó, que todo quedó hablado y que tú eres el mismo de siempre, con tus mismos sentimientos.Y entonces me llamas, justo cuando yo ya estaba pensando en otras cosas, cuando ya había embalado tus recuerdos, cuando ya había desprendido tu aroma de mi cuerpo y apenas recordaba el calor de tus labios. Me llamas y te noto nervioso, tratando de aparentar que a través de la línea habla sólo un amigo, y empiezas de nuevo con tus frases inacabadas… Y te conozco y sé que apenas te estás escuchando a ti mismo, porque en la cabeza sólo tienes unas palabras que son las que no quieres pronunciar. Y como siempre, acabas diciendo: "Ya quedaremos uno de estos días"… porque, como siempre, sabes que yo diré: "¿qué te parece el viernes?", y, sin dudar, tú dices que perfecto. Pero hoy no. Hoy, cuando llamaste, me encontraste cansada de tus miedos y tus indecisiones, y sólo te contesté: "Sí, un día de estos quedamos".., Y escuché tu silencio y tu sorpresa por unos instantes, después unas dudas, luego un intento de palabras y por último un: "Nos vemos...un beso". Y el beso lo mandaste ya en un susurro, y a mí me llegó como una bofetada. Pero da igual, todo eso me da igual. No quiero que te escondas más detrás de mí, que me obligues a verbalizar tus deseos, que me empujes a tomar TUS decisiones. Después, quedaremos, como siempre. Y pasaremos la noche hablando de todo menos de nosotros, de todo, menos de nuestros sentimientos. Interpretaremos de nuevo el papel que nos sabemos de memoria: solo somos dos amigos. Y poco a poco, al mismo ritmo que la noche avanza, tú me mirarás con más intensidad, me rozarás levemente y el telón de tu mirada irá cayendo. La fingida indiferencia se quedará sentada en el último bar que visitamos, tomándose una copa a nuestra salud, y la ternura y el deseo tomarán el relevo en tu mirada. Y cuando me beses, como siempre, robaré de tus labios esas partes de tus frases nunca pronunciadas…


No hay comentarios: